La postal de la sede del Partido Justicialista en Matheu 130 tuvo más valor por lo que faltó que por lo que mostró. Mientras Sergio Massa, Guillermo Moreno y Ricardo Quintela se sentaron a escenificar la unidad del peronismo detrás de Cristina Fernández de Kirchner, la silla vacía del gobernador Axel Kicillof dejó entrever grietas y recelos en el corazón del oficialismo bonaerense. La ausencia del mandatario provincial se justificó con compromisos de agenda y reuniones paralelas, pero a la salida ni José Mayans ni Anabel Fernández Sagasti pudieron despejar las suspicacias sobre la verdadera distancia política entre Kicillof y el armado cristinista. Quintela, en cambio, no solo posó para la foto como gobernador de La Rioja sino que partió a ver a CFK en persona, sellando con su presencia lo que Kicillof prefirió delegar. En paralelo, la cumbre sirvió para aceitar la maquinaria de contención y resistencia: se viene una seguidilla de encuentros con la CGT, intendentes, juventudes y gremios para garantizar músculo político en la calle. El objetivo es claro: que Cristina no camine sola cuando deba enfrentar cara a cara la decisión judicial que la obliga a prisión domiciliaria tras el fallo de la Corte Suprema que avaló su condena en la causa Vialidad. La estrategia, que se pudo reconstruir conversando con fuentes presentes, apunta a recrear una mística de lealtad peronista que revive la épica de 1945: una multitud acompañando a su líder hasta Tribunales, como ensayo de un nuevo 17 de octubre para sostener la narrativa de la persecución y la victimización política. Mientras tanto, Sergio Massa volvió a mostrarse como interlocutor privilegiado entre facciones enfrentadas, sin cerrar la puerta a futuros acuerdos con sectores como el de Juan Grabois, que desde dentro insiste en una quimera: que el peronismo se baje de la contienda electoral como denuncia a la falta de garantías democráticas bajo la gestión de Javier Milei. Una idea que, hasta ahora, nadie parece tomar en serio. En las calles de Constitución y en los pasillos de Tribunales se juega la próxima foto. Con Kicillof todavía en silencio y la militancia en estado de alerta y movilización, el peronismo orgánico prepara su escenografía de resistencia, mientras la Justicia define si permite a Cristina Kirchner cumplir su condena en su casa o la exhibe unos días tras las rejas. En cualquiera de los casos, la silla vacía de Matheu ya es símbolo de un líder ausente, en un frente que se declara unido pero que muestra costuras visibles. Diario NORTE HOY Opinión: Con el tablero político reordenándose bajo la presión judicial sobre CFK, la ausencia de Kicillof podría convertirse en su propio capital: mantener distancia hoy podría darle margen para ser el heredero legítimo de un peronismo que, sin ella, deberá reconfigurarse tarde o temprano.